• Caroline Suh ha conseguido, sin imposturas, un documental verdaderamente humano sobre 4 estrellas de la música internacional.
  • En una sucesión de claroscuros, 'Blackpink: Light Up the Sky' brilla en los grises y consigue enseñar nuevas cosas a los Blinks.
  • Tras cuatro años de estrellato, el 2 de octubre Blackpink lanzó su primer álbum y, ahora, el documental de Netflix confirma el fenómeno de algo más que un grupo de k-pop.

Para hablar de 'Blackpink: Light Up the Sky' hay que recordar que Netflix siempre ha estado en una estrecha relación con sus usuarios. Su ingente cantidad de suscriptores permite que su contenido se centre, muchas veces, en el fenómeno fan. En esa vertiente de la compañía reina del streaming suelen entrar los documentales sobre estrellas de la música, sus giras o conciertos en vivo. En su mayoría son un regalo para los fans y, como mucho, un medio de presentación para los curiosos que se acerquen a descubrir de qué va todo eso. Sin embargo, sería una pena que ‘Blackpink: Light Up the Sky’ quedase reducido a ello porque el documental de Caroline Suh roza la perfección del género y merece destacarse como una de las producciones más valiosas de todo el catálogo de la compañía.

Los que no sepan qué es Blackpink o siquiera qué es el k-pop (si es que esa palabra debería existir, como bien cuestiona el productor musical Teddy Park) encontrarán en el documental toda la información que necesitan. Conoceremos los inicios del fenómeno musical de Corea del Sur, sus características; también se nos presentará a la compañía productora, YG Enterteinment; y se nos detallarán varios aspectos de la famosa fase de entrenamiento. Como no podía ser de otra manera, también iremos conociendo, tanto juntas como por turnos, a Jennie, Lisa, Jisoo y Rosé. Las veremos de pequeñas, en sus años de entrenamiento adolescente, conoceremos sus inicios y su carácter. Pocos segundos y muy poca impostura necesita Suh para decirnos todo lo que necesitamos saber de ellas como grupo, y de cada una por separado. Basta, por ejemplo, con ver a Jennie recuperándose de sus dolores, o a Rosé, a oscuras y con una guitarra en plena noche, sola, en la imagen más bella del documental.

blackpink light up the sky netflix
Netflix

Para los fans, los Blinks, también hay alimento de sobra. Para esos iniciados el documental podía haber caído en la pila de ingente cantidad de contenido online de las estrellas de la música coreana mundial. Ellos saben muy bien que ya han tenido 12 capítulos (divididos en 60 vídeos) del Reality ‘Blackpink House’ para conocerlas. Por no hablar de la reciente ‘Blackpink 24/365’ o ‘Blackpink Diaries’. Los Blinks ya han visto comer a Rosé más veces que a su propia familia y se han reído con Lisa como si fuese su mejor amiga. Sin embargo, nunca las habían visto de forma tan real, cercana y sincera como logra capturar Suh, insisto, a la misma vez que hace una presentación para aquellos que las desconocen. El trabajo de montaje ha sabido cuando necesita crear una secuencia a partir de decenas de pequeños clips y cuando basta con una sola escena, aparentemente intrascendente, para trasmitir lo que quiere. Porque sí, una conversación mientras te hacen las cejas puede definir una vida.

La primera y potente escena del documental no es otra que la presentación del grupo, únicamente los pasos hacia un escenario que cambiarán las vidas de cuatro chicas para siempre. Porque en el k-pop los inicios son algo diferentes. Acostumbrados a historias de artistas con giras y bolos pequeños que van logrando la fama poco a poco, aquí pasamos de los años de anónimo entrenamiento al lanzamiento del grupo, de la nada al casi todo. La compañía avala y los medios escuchan desde el principio. Es entonces, como el resto del mundo hizo en 2016 cuando pusieron a esas cuatro chicas enfrente de un escenario con sus nombre detrás, cuando pasamos a conocerlas. El documental elige el orden en el que entraron a la compañía. La primera fue Jennie, que estuvo nada menos que seis años de entrenamiento. La segunda es Lisa, procedente de Tailandia y que, además, tuvo que aprender por completo el idioma. Después vino Jisoo y, finalmente, Rosé, nacida en Nueva Zelanda y criada en Australia pero de ascendencia coreana, y que "solo" pasó 4 años de entrenamiento hasta su debut.

Quizás sea esta la secuencia más destacada de ‘Blackpink: Light Up the Sky’. Ni siquiera los blinks más completistas habían tenido acceso a tanto metraje del crecimiento de sus ídolos, de esos años en los que eran solo cuatro chicas, junto a otro par de decenas, que entrenaban 14 horas al día y descansaban una jornada cada dos semanas. Es entonces cuando el documental confirma su enfoque sobre el grupo, uno que no deja de ser un homenaje pese a no pasar por alto los grises, con sinceridad. Estamos hartos de oír hablar del lado oscuro de la fama en cuanto a presión mediática, en cuanto a lo que aleja de la realidad, de fiestas, alcohol y drogas como sinónimo de rock & Roll (algo que dejó de molar ya hace medio siglo y se sigue glorificando). En su lugar, Blackpink y su documental es una oda al trabajo, uno cruel y que roza lo esclavizante, pero que inspira, que exige y que merece respeto.

Cualquiera que haya oído o sea levemente aficionado al k-pop habrá tenido que escuchar críticas que hablan de grupos prefabricados, sin personalidad, maniquíes que cantan y bailan canciones de otros. Y esas personas puede que tengan razón, el problema es que no lo vean así en estrellas de la música latina o anglosajona. Cuesta no respetar el merecido estrellato de Lisa, Rosé, Jisoo y Jennie tras conocer su rutina y sus retos superados. Y, si todavía nos quedan dudas, llega la otra gran arma del documental. Por primera vez y de forma mucho más profunda que en los making-of de sus vídeos, accedemos a ellas y su trabajo en el estudio.

Aunque estamos acostumbrados a ver decenas de nombres bajo las canciones de estrellas del pop occidental, tendemos siempre a colgar la autoría hacia la o el cantante, el personaje famoso que interpreta el trabajo de decenas de productores y escritores. Por eso es un auténtico golpe en la mesa cuando descubrimos que Rosé, que muy pronto sacará su canción en solitario pero todavía no ha firmado la letra o la producción de ningún tema de Blackpink, afirma que lo menos que querría ser en el mundo es una cantante que hace creer que compone sola, porque respeta demasiado la música y su trabajo. El principal productor y compositor de Blackpink desde sus inicios es Teddy Park, un veterano rapero convertido en la principal mente musical de la compañía y el alma mater del sonido tan internacional de la banda. Sin embargo, la labor de Teddy, como muy pronto descubrimos, no es la de llegar y entregar una canción ya hecha a las cuatro chicas. La canción tiene que amoldarse, incluso deformarse, hasta ser suya. Y eso es trabajo de los 5.

Crear música, como dice Rosé, merece respeto. Tanto respeto le tiene que sufre de auténtico miedo escénico a la hora de presentar la suya propia. Un momento que demuestra aún más que el documental no trata de fabricar una imagen de super artistas de las cuatro integrantes, sino de acercarnos a su trabajo de la manera más normal y empática posible. A estas alturas del documental el espectador ya sabrá que la nacida en Nueva Zelanda es pura música, que Lisa es baile y alegría, que Jisoo es responsabilidad e inteligencia y que Jennie, quizás la más difícil de definir, es el trabajo duro disfrazado de sonrisa.

El documental ha logrado no solo presentarlas sino hacerlas cercanas mediante una mezcla de imágenes de archivo, grabaciones, declaraciones y vídeos a los que han de reaccionar. Sin embargo, lo que hace que ‘Blackpink: Light Up the Sky’ parezca sincero, falto de impostura, es el silencio. Para ser un documental sobre un fenómeno musical y de solo 79 minutos, el trabajo de Suh no tiene prisa, espera y deja hablar a las integrantes del grupo de manera más fluida y relajada que nunca, respetando pausas y silencios. Por supuesto, no están los barrocos elementos y los continuos efectos de las producciones de vídeo realizadas por YG, más en línea con el mercado asiático. Pero es que también se agradece que el documental no intente crear una figura mesiánica alrededor de Blackpink. No hay aquí una impostada afirmación ideológica como en ‘Miss Americana’ de Taylor Swift, o una constante repetición de importancia icónica como en ‘Homecoming a Film By Beyonce’ (solo esa remarcación de "A Film By" ya lo delata). Y, sin embargo, hay más épica. La hay porque todo es mas palpable, porque no nos hablan de los bailes sino de las horas de entrenamiento, porque no nos ponen una canción tras otra sino el trabajo nocturno en el estudio, porque no nos entierran en datos y récords del éxito del grupo sino en su trabajo de recuperación física y en su falta de sueño.

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Los que creían que el k-pop era más falso, férreo y cerrado que la música occidental que dicen escuchar verán que sí, que el trabajo y las reglas están más que presentes en las vidas de Jisoo, Rosé, Lisa y Jennie. Sin embargo, también verán que su forma de presentarse al mundo no es como las grandes estrellas de la música que son, ni como divas sin contacto con la realidad, grandes talentos rompe-récords o fachadas vacías. ‘Blackpink: Light Up the Sky’ es el sencillo (que no simple) retrato de cuatro chicas en circunstancias extraordinarias que trabajan mucho, y muy duro. Que saben y admiten que su adolescencia no fue del todo sana, que su vida ahora tampoco lo es. Pero también llega de forma más orgánica que nunca ese manido mensaje del “precio que tienes que pagar”. En ellas, al menos, es cierto. Y el documental lo demuestra en un clímax final que, cómo no podía ser de otra manera, se trata de su ya mítica actuación en el Festival Coachella de 2019, donde demostraron que nadie esta por encima de ellas ahora mismo en el pop, con o sin k delante.

Pero, y recordemos que esto ha sido un viaje de solo 79 minutos, un suspiro, a Caroline Suh todavía le queda una última bala que se deja para después del apoteosis Coachella. Lisa dice:

No importa si envejecemos y nos remplaza otra generación, mientras haya alguien que hable de nosotros. Porque aún recordarán cuánto brillamos.

Y entonces llega el final, que no desvelaremos, pero que tiene un bello aire melancólico que ha impregnado toda la cinta, tristemente inocente pero bellamente sincero. Una forma de mirar atrás viendo el futuro. Comiendo, por supuesto.

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Headshot of Rafael Sánchez Casademont

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática. Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes. Tras 8 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino.  Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación.  Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.